Primer Congreso de Arbolado Urbano

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24 al 27 de agosto de 2011

viernes, 19 de marzo de 2010

La posibilidad de nuestras ciudades

Estamos creando ciudades monótonas, carentes de sentido, y con un antisistema que produce un incesante crecimiento totalmente insostenible desde el punto de vista social y energético, con costos sociales y económicos.

por Gonzalo Mardones - 16/03/2010 - La Tercera

Las ciudades chilenas están en crisis por falta de voluntad política. Crear ciudad es mucho más que tratar de resolver el tema de la vivienda "plantando" casas como si fueran hortalizas. Estamos creando ciudades monótonas, carentes de sentido, y con un antisistema que produce un incesante crecimiento totalmente insostenible desde el punto de vista social y energético, con costos económicos y sociales inconmensurables.

Esta fórmula, propia de la barbarie, requiere cada día más vías y redes de circulación, para inmediatamente colapsarlas y dejar que vuelvan a crecer, dando pasos a nuevas urbanizaciones propias de una falta de visión de la ciudad y su complejidad. El aumento de la delincuencia es una de sus consecuencias específicas. Lo propio de las ciudades chilenas en las últimas décadas ha sido crear guetos en donde el desamparo, el terror, la falta de parques y plazas han producido un sinsentido al cual se le debe poner un límite con la mayor urgencia.

A partir de la clara constatación de que este modelo de ciudad nos ha llevado -y nos seguirá llevando- a catástrofes, es urgente darle prioridad a la regeneración urbana a partir de la recuperación del espacio público. Las soluciones arquitectónicas deben poner el énfasis en la vida de la ciudad y en la necesaria interacción entre ésta y el espacio público.

Para la recuperación de los centros urbanos se deben estudiar las bases para, a través de concursos de arquitectura, lograr nuevos espacios de ciudad en donde se logre una continuidad de áreas residenciales y comerciales que interactúen. También es urgente la transformación de calles y plazas inspiradas en nuevos modelos que reconozcan la realidad geográfica de nuestras ciudades.

Por otra parte, es preciso reformular las leyes que gobiernan la ciudad. Las normativas vigentes no permiten un crecimiento que ponga el énfasis necesario en una ciudad con calidad espacial que sea capaz de salvaguardar el pasado, pero sin abandonar en ningún momento su apuesta de futuro y de innovación. Por el contrario, las leyes actuales han producido una expansión en donde los guetos unifuncionales generan soledad y vacío.

Las nuevas normativas deben apuntar a introducir el máximo de programas multifuncionales y variados que potencien la vida urbana. Así, uno de los errores más garrafales de las políticas de ciudad y de los planes de vivienda de las ultimas décadas es considerar la habitación como un programa aislado, separado de las obras que permiten el desarrollo coherente de la ciudad. Esto tiene un costo social enorme.

Hoy, ad portas del Bicentenario y en los inicios de un nuevo siglo y de un nuevo gobierno, hay que repensar nuestras ciudades a partir del rescate de sus elementos naturales. Pese al terremoto y sus réplicas, existe la posibilidad y el espacio para dar respuesta a una mejor forma de la relación arquitectura-naturaleza. Nuestra maravillosa geografia -con su paisaje, sus condiciones climáticas y sus rasgos típicos- debe dar cabida a una arquitectura de una "tradición moderna" que encuentre su inspiración principalmente en la mesura, el respeto por la obra divina, la calma, la elegancia material y la humildad (sabia consejera de esta reciente catástrofe).

Cada calle, cada plaza, cada parque, cada avenida requiere de una proporción y de una precisión arquitectónica. La ciudad requiere una figura urbana. La armonía, decían los griegos, no es otra cosa que la unificación de lo diverso. A eso debemos apuntar.


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